Así lo define Julio Lagos al inolvidable «Pichuco» y recuerda hermosas anécdotas con el gran bandoneonista, además de evocar su trabajo junto a importantes glorias del 2X4. El locutor y conductor volvió desde enero último a Radio Rivadavia Am 630 con su ciclo «La radio sos vos», donde le da espacio al tango y las milongas, entre otras actividades culturales, y con interesantes entrevistas e historias de vida que el avezado periodista logra revelar con su personal estilo.
Posee una trayectoria que abarca gráfica, radio y televisión; varios libros publicados y premios nacionales y de nivel internacional. El último 3 de enero, cumpliendo exactamente 77 años de vida, lo celebró “al aire”, estrenando un nuevo ciclo en la renovada Radio Rivadavia AM 630. “La radio sos vos” es el nombre del flamante programa que el periodista, locutor y conductor Julio Lagos presenta a partir de esa noche, de lunes a viernes, de 21 a 23 horas, con notas de interés general y varios columnistas (entre los que tengo la gratificación de estar). Lagos no hará un programa político, sino que brindará información sobre temas que importan y ocupan la vida de la gente, como por ejemplo la gastronomía, las plantas, el tango, las milongas, la historieta gráfica y mucho más, todo esto sumado a las historias de vida que la gente podrá testimoniar noche a noche. Lo entrevistamos para conocer su relación con el tango y las grandes personalidades que tuvo el privilegio de conocer, en donde sobresalen su fervorosa pasión troileana y su admiración por Piazzolla. “Yo escribía en El Gráfico, donde hacía encuestas, y un día Hugo Guerrero Marthineitz me dijo: Vete a Radio Municipal porque para tus encuestas ahí tienes a un hombre muy interesante: Julio Álvarez Vieyra. Corría el año 1963. Radio Municipal estaba en el subsuelo del teatro Colón, en el pasaje Arturo Toscanini. Lo fui a ver a Alvarez Vieyra, y me dijo por qué no me quedaba a trabajar ahí. Hacía una cosa muy chiquita, una vez por semana, pero iba todos los días porque allí estaban Aníbal Troilo, Piazzolla, Salgán, Edmundo Rivero, Roberto Grela, Eladia Blázquez, Yupanqui, Carmen Guzmán, El Mono Villegas, El Muñeco Luis Ordoñez, había un elenco musical extraordinario y el director musical era Carlos García. De manera que esa fue una vacuna que prendió venturosamente en mi corazón”. ¿Qué impresión te causó Troilo entonces? ¿Fue alguien importante para vos en forma personal o un señor muy especial, pero uno más en todo ese gran elenco? Troilo era único. Llegaba con paso cansino, la camisa fuera del pantalón y… ¡Era magnético! Todo giraba en torno de él. Hablaba y todos escuchaban. Mirá, una de las grandes estupideces que padecemos es la maledicencia, el chimento nunca positivo. Nunca falta un tonto que se acerca con algo para decir. Te voy a contar algo inolvidable para mí. En ese momento, los cantores de Troilo eran Nelly Vazquez y Roberto Rufino. Y un día uno se acerca y le dice: Pichuco, ¿Roberto está cada día más loco, no?. Troilo lo mira y le dice: “Escucheme, ¿Roberto come caca?” El otro, sorprendido, dice: No, no. “Escucheme, ¿Roberto, quema la guita?” No, no, le responde el otro. “Entonces, Roberto no está loco. Se hace”, le contesta Pichuco. Era genial… ¡Cómo retrató la esencia y el espíritu de Buenos Aires! Sí. Y era fantástico verlo en acción. Cuando tocaba, él gruñía. Emitía un sonido ronco que era como un canto y eso, por supuesto, no ha quedado registrado en las grabaciones. Como que él ronroneaba. Troilo me dispensaba una generosa tolerancia amistosa. ¿Cuál es tu primer recuerdo del tango? Probablemente, el sonido que salía del aparato de casa, ese tango tradicional de los años ‘50. Era un sonido vigoroso, tipo Pepe Basso…. ¿Qué recuerdo en forma consciente? Bueno, cuando ya era más grande, en casa había un aparato de radio con bandeja de tocadiscos y con onda corta y cuando faltaba a la escuela porque tenía fiebre me la hacían escuchar . Me acuerdo que los sábados a la noche escuchaba la WRUL, la radio internacional de Nueva York, donde había un programa de tango: lo hacían Guillermo Caram, a quien luego tuve el gusto de conocer y trabajar con él, Yago Blas y un señor de apellido Rosemberg. Los tres, argentinos, tenían un programa que se llamaba “Tangos desde Nueva York”. La cortina que tenían me llamaba la atención y después supe que era “Mi tentación”, con la orquesta de Astor Piazzolla en París. Un disco precioso que grabó Astor con la orquesta de la Ópera de París. ¿Se lo comentaste esto alguna vez a Astor? Si, pero él no hablaba del pasado, siempre estaba mirando al futuro . En París lo visité en su casa, ya vivía con Laura Escalada en esa época. Venía de grabar en Italia, donde trabajaba con Aldo Pagani. Y en su casa empezamos a escuchar su disco. El clausuraba el pasado, aunque fuese el más reciente, el más cercano, porque su cabeza ya iba hacia delante. Me maravilla la enorme posibilidad que tuviste de conocer a todos los grandes creadores. Tuve mucha suerte. Es cierto lo que decís. Cuando escribía en el diario El Mundo mi jefe era Francisco Loiácono, y me toleraba todo. Como me decían “Piazolita”, porque yo quería escribir sobre el tango nuevo, inventamos una sección, “Tango con luz de gas de mercurio”, que en aquel momento el mercurio era la novedad. La primera nota la titulé “Se armó”, tango de Astor. Y después aparecieron Leopoldo Federico, Enrique Mario Francini, Elvino Vardaro, Salgán, Malvicino, Julián Plaza, Carlitos García, Rovira… más de treinta ¿Lo conociste al gran olvidado Eduardo Rovira? Sí, mucho. Era vecino mío. ¿Alguna vez se te ocurrió aprender a bailar? No te digo que doy ejemplo de coreografía, pero… el tango es una necesidad primaria de todo argentino, sobre todo cuando estás afuera. ¿Tenés alguna orquesta o compositor preferido? ¡Es tan grande la herencia que hemos recibido! Alberto Castillo es uno de mis ídolos. Troilo me dijo una vez: “Alberto Castillo es el único cantor de tangos al que nunca escuché desafinar”. Si Troilo dice eso de alguien… Cuando él arma su propia orquesta es insuperable: con Rovira, Ahumada, Balcarce y un gran pianista como Juan José Paz. Me acuerdo que Astor era intratable, línea dura, recontra dura. Si yo le decía eso… También hay cosas de D’Arienzo que son extraordinarias, aunque no es el tango que más escucharía yo. No hay una orquesta que no tenga algo que vos digas: ¡ay, qué bueno que está esto! Ahora, mi sello, mi tango, es Aníbal Troilo. Es la interfaz. Es el puente. Tenemos en Aníbal Troilo un puente maravilloso. Cada día le escucho algo nuevo. A diferencia de otros artistas, Troilo no tuvo decadencia, no tuvo declinación. Sus últimas versiones instrumentales, Tecleando, Ojos negros, son extraordinarias. Pero Francini-Pontier es un monumento. Y otra orquesta que no se tiene muy en cuenta es la de Joaquín Do Reyes. ¡Hay tantas…! Demare, Miguel Caló, Garello… La orquesta de Di Sarli hace bailar a un poste. La belleza musical es inacabable de nuestro patrimonio. Leopoldo me contó que cuando estuvo en la orquesta de Di Sarli, tocaba un poco más de lo que estaba marcado, y el maestro Di Sarli le dijo: “Mire, no hace falta, no hace falta…”. Y Leopoldo me dijo: “Y tenía razón”. Y te voy a contar una anécdota sobre Carlos Di Sarli, porque una crueldad infinita hace que a algunas personas se les asigne una condición negativa que ejerce una suerte malsana en la suerte de los demás, y por eso se los evita, se los mancilla, se omite su nombre, por eso, cuando pasaban sus discos decían: “el músico de Bahía Blanca”. Di Sarli sufrió mucho por eso. Una vez, en el subsuelo de radio Municipal estaba Troilo y un montón de gente, cuando en un momento uno nombró a Di Sarli y está ese gesto habitual de tocarse las partes nobles cuando se menciona a alguien que trae yeta o mala suerte. Entonces yo, por hacerme el canchero o el agrandado me toqué ahí. Vos sabés que Troilo me miró y me dijo: “Pibe, ¿usted también con eso?”. Nunca más en mi vida entré en esa maledicencia. Era una manera troileana de retarte. Más que un reto era una expresión de dolor que él sentía porque le estabas fallando en algo. Pichuco era monumental. Un día me dijo: “No hay peor condición en un hombre que la ingratitud. Prefiero un buchón antes que un ingrato”. A Chiche Gelblung le dijiste que querías hacer un programa de tango… ¡Eso lo mantengo, sí, seguro! Ahora, en “La radio sos vos”, vamos a darle espacio al tango y por eso estará Gabriel Soria, presidente de la Academia Nacional del Tango para que hable de las actividades y saber de cursos, festivales, congresos. De alguna manera, intentaremos que la gente que no conozca al tango, lo escuche aunque sea por accidente. ¿A qué atribuís la llamada decadencia del tango en la década del 60 y 70? Me parece que hay que hacer autocrítica. La vulgaridad de la rima de tango y fango, la pobreza de algunas expresiones literarias en las letras, la reiteración de clichés, la evocación malsonante del percal, el farolito, la vieja, esa reiteración logró que el público se alejara de esa expresión que no representaba a la población argentina de los años 60. Hubo un quiebre, una ruptura. ¿La aparición de Los Beatles influyó? Bueno, si vos dejás la cancha libre, es jaque mate. Hoy, hay una actividad extraordinaria, medio underground, bajo la superficie. Son jóvenes que no están alejados del tango. Por eso me gustaría hacer un programa de televisión y no pondría el farolito, el buzón, ni un tipo con lengue. El otro día comiendo con Néstor Fabián me contó que cantó con una orquesta de seis pibes y el bandoneonista era ecuatoriano. En 1968 entrevistaste al hijo de Enrique Santos Discépolo… Sí, Enriquito Luis. Fui muy amigo de él hasta su muerte, hace un par de años. Lo acompañaba a la casa de Tita Merello y me decía: “Vamos a la casa de mi madrina”. Además conocí a la mamá, una señora preciosa que escribió un libro. Es un documento que no deja ningún lugar a dudas. Esa sería en gran parte la causa de la tristeza de Discépolo. Y según publicaste, su hijo no pudo ser reconocido aquí por la Justicia, en la Argentina, porque él firmó en su testamento que no tenía hijos. Esa era su tristeza, no te quepa la menor duda. Si analizás las letras de sus tangos, la tristeza de él era haber hecho algo que no tendría que haber hecho. Después de más de 60 años de carrera, en pleno verano, el día de tu cumpleaños, volvés a la radio, por Rivadavia. ¿Cómo lo vivís? Tengo la gran ilusión de poder hacer el mejor programa de toda mi carrera. Todo lo que pasó fue extraordinario, lo valoro, lo aprecio, no reniego, pero lo mejor es lo que viene ahora. Lo que vendrá. ¿Te importa la competencia? ¿Querés diferenciarte frente a radio Mitre? Si radio Mitre pone a una chica que sabe más que nadie sobre la guía de las milongas, ahí me preocuparía, pero la tenemos nosotros… Lo que más me interesa, mi objetivo es ser N.º 1 en la audiencia, tener más público, pero no por vanidad, sino porque quiero llegar a más gente. La auténtica magia de la radio es juntar a todos. Y en algún caso, alguien escuchará a quien hablará de las mascotas, de las historietas, como vos de las milongas, entonces esta totalidad troileana es lo que quiero que tenga este programa de radio. Rivadavia tiene más de 80 emisoras que reproducen su transmisión en todo el país. Nos van a escuchar en La Paternal y en Miami, en Zapala y Quitilipi. El programa no tendrá política. ¿Preferís no pronunciarte públicamente sobre qué político te da más esperanzas y expectativas? Ojalá lo hubiera, lo nombraría con todo gusto. Desde mi punto de vista, en Argentina han habido dos grandes personalidades: Carlos Pelligrini y Arturo Frondizi, a quien tuve el gusto de conocer. Creo que no fue entendido. Invito a quien quiera que se tome el trabajo de leer los discursos de Frondizi. Fue el primer presidente argentino que viajó a Oriente: estuvo en Japón, en la India, adonde fue a venderles trigo. ¿Es importante para vos aclarar cuál ha sido tu postura frente a la última dictadura? Lo digo por tu extensa trayectoria y en referencia a algunos dichos de un ex diputado. Me parece perfecto. No tengo nada que ocultar, habló de todo. La palabra dictadura se usó luego de la caída del gobierno militar, antes no. Quien dice eso debe tener archivo, y hasta ahora, no ha publicado nada que refrende esa presunción. Una cosa es lo que pasó el 24 de marzo de 1976, cuando había una sensación en la opinión pública muy distinta de la que hay hoy. Y concretamente la presencia de la guerrilla empezó mucho antes del golpe de Estado. Me parece fantástico que nos miremos a los ojos, cara a cara, y hablemos a calzón quitado, pero hablemos de todo, así como hablamos de las víctimas del terrorismo de Estado, es un horror -un horror imperdonable-, haber tirado personas vivas desde un avión al río, bueno también hablemos de lo que pasó a partir del 70, incluso antes, cuando la guerrilla nació en Catamarca durante el gobierno de Illia. El 13 de mayo de 1974 fui condenado a muerte por el ERP porque al ERP no le gustaba que yo dijera que mataba gente. Invito a que vayan a los archivos y lean los diarios de la época. Es mucho más culpable de la presencia de los gobiernos militares en la Argentina la guerrilla que un locutor de radio. Yo no provoqué el golpe del ‘76, no le hice cosquillas al león para que reaccionara. Fue la guerrilla la que mató a Rucci cuando Perón era presidente. Todavía la guerrilla no ha hecho autocrítica de sus crímenes. Sé que algunos por ahí dicen que llevé una bandera a Roma, diciendo que era de apoyo al gobierno de Videla. ¡Mienten! ¿Sabén lo que decía la bandera? Mirá, llamé a un amigo, David Ratto, y le pregunté: qué ponemos en la bandera. Y él, que era un publicista maravilloso, me dijo: “Hoy y siempre, ¡Viva Argentina!”. Esa fue la frase. Y yo sí tengo la foto.